RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

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viernes, 6 de enero de 2017

MORIR DE REPENTE


En Canarias, de niño no entendía yo muy bien que significaba exactamente eso de  morir de repente. Ahora recuerdo que en el Puerto de la Cruz, sin embargo, sí que conocí a gente que luego moriría así, de repente. Con los años llegué a comprender que morir de repente no significaba fallecer de viejo, ni después de haber sufrido síntomas evidentes de una enfermedad conocida; es decir, de pulmonía, de peritonitis, de tuberculosis, etc., etc., por poner ejemplos.


-¿De que murió?, –preguntaba alguien-.

-De repente, -contestaba el otro-. Y esa respuesta suponía para mí un misterio inexplicable porque, en mi modesta y joven opinión, todo el mundo, si es que tenía que morir, debería hacerlo como consecuencia de algo muy concreto: de viejo, de una penosa enfermedad o, como a veces ocurría, de un maldito e inesperado accidente.

-¿De qué ha muerto? -Una guagua le "escachó" la cabeza, -contestaba el otro-. Yo que escuchaba la desgarradora respuesta, entendía entonces que aquella persona había muerto como consecuencia de un desgraciado e inevitable accidente.
Ello me llevó a la conclusión de que eso de morir de repente estaba  al fin y al cabo asociado a una muerte fulminante pero sobre todo prematura, es decir, a morir relativamente joven todavía.

Cuando alguien como yo ha vivido más años de los que aún, por lógica, le quedan a uno por vivir, diríamos que ya posees la suficiente confianza en aceptar que has empezado a morir paulatinamente y que quizá, por esa razón, creamos encontrarnos, al fin, a salvo de morir repentinamente, es decir, de repente. Aunque, bien mirado, todos empezamos a morir en el mismo momento de haber nacido.

Hoy vivo muy cerca de un pueblecito de la comarca del Gironés, en la provincia de Girona, llamado Llagostera. Pues bien, en este pueblo nadie muere de repente o eso es lo que me han dicho sus vecinos; todos los que fallecen lo hacen de viejo, después de una larga enfermedad, de un lamentable accidente o de un certero y fulminante ataque al corazón.