RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

lunes, 19 de febrero de 2018

EL MALECÓN DEL MUELLE (Puerto de la Cruz)

Bajo la oscura superficie de sus aguas, el Atlántico que baña el Puerto esconde también un cielo límpido y profundo que cada noche el mar se ocupa en arrojar sobre la superficie desgarrada del malecón en forma de húmedas láminas de color azul donde los niños, luego a sus anchas, navegarán durante todo el día en cortas singladuras de ida y vuelta a bordo de frágiles embarcaciones de hojalata con fechas de caducidad siempre determinadas por el destino.

En realidad navegarán sobre el trozo de cielo mojado que les tocó en suerte ese día, en la misma ciudad que les vio nacer, siguiendo el probable incierto rumbo que diseñaran para ellos sus padres antes de su nacimiento. Se sentirán seguros del gobierno de sus naves y nada hará presagiar un inminente y fatal naufragio pero tal vez, por su todavía escasa experiencia, no sabrán aún que, desgraciadamente, cuentan con un soberbio, peligroso y encendido enemigo de excepción: el Sol.

Con el paso del tiempo y el ascenso de las temperaturas, aquel trozo de cielo húmedo mil veces surcado a diario en singladuras de ida y vuelta, irá evaporándose lentamente hasta desaparecer por completo durante el curso de unos cuantos días y sus expectativas de avezados patrones marineros tendrán que posponerse para jornadas más aciagas, cuando el mar embravecido vuelva a arrojar de improviso, sobre la misma desgarrada superficie del malecón, nuevas láminas de firmamento impávido que facilite otra vez una feliz travesía por unos días.

En el futuro, debidamente formados como patrones, no dispondrán ya de la suficiente imaginación necesaria como para para cruzar un charco con una lata. Será entonces cuando decidan surcar los mares, precisamente, bajo aquel otro cielo que el Atlántico, mientras fueron niños, como un regalo, les arrojara a trozos durante la noche sobre la siempre desgarrada superficie del malecón del muelle donde hoy atracan seguras sus grandes embarcaciones.


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