RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

lunes, 6 de febrero de 2017

SIN RENCORES

Personalmente, creo no haberle guardado rencor a nadie a lo largo de mi vida pero eso nunca se sabe del todo hasta no hacer un riguroso examen de conciencia que nos permita eximir esa improbable sospecha, imagino, tan inquietante. En cualquier caso, uno ya es tan mayor, ha vivido uno tanto, que si se hubiera dado alguna vez el caso, estoy plenamente convencido de que los supuestos destinatarios de tales resentimientos ya habrían fallecido lo que, por fortuna, también supone que el hipotético rencor guardado hubiera prescrito definitivamente. En tal caso y después de una exhaustiva reflexión sobre tal asunto he llegado incluso a preguntarme si, en realidad, ha valido la pena no haberle guardado rencor a nadie que quizá se lo hubiera realmente  merecido. Sin embargo uno continúa aún vivo y sin ningún resentimiento contra nadie.

Los que ya gozan de la vida eterna sólo ocupan un lugar en nuestra maltrecha memoria; un lugar diminuto y remoto en proporción con el concepto de tiempo y espacio que se supone impera en el más allá. ¿La equivalencia, pongamos por caso, de una semana de vida terrenal a qué  dimensión corresponde en la otra vida? Me lo pregunto para tratar de saber si a partir de una determinada edad como la mía y al albur de que algún otro pueda guardarme un rencor que considere no merecer, ¿valdría quizás la pena pasar a mejor vida como muchos otros lo hicieran antes y disfrutar de la eternidad con mucha más paciencia y de la mejor manera posible?

Cuando alguien se propone ser mejor que el resto a toda costa, por lo general suele despertar en los demás sentimientos contradictorios que se traducen normalmente en un severo rencor en ocasiones enfermizo. Para evitarlo, ser mejor que los demás no debe de constituir nunca una meta en sí misma sino una consecuencia del trabajo bien hecho a lo largo de tu vida activa.

Creo francamente que gente como Mozart, Mondrian, Rodín, Madame Curie, Einstein, por poner algunos ejemplos, fueron en un sentido los mejores sin ni siquiera proponerselo sino que tal categoría se la otorgó más tarde el público como consecuencia de su gran dedicación a lo que realmente les gustó hacer siempre.


Yo intento hacer lo mismo; jamás compito. No importa que luego nadie reconozca mi trabajo, quizá porque no me lo merezca, pero me inclino siempre por no intentar ser el mejor a propósito ni  a cualquier precio sino procurar hacer mi trabajo lo mejor posible mientras lo lleve a cabo. Aunque también cabe la posibilidad de que la extrema dedicación por todo aquello que me gustó hacer y con lo que disfruté en vida alcance el valor que, después de muerto, le concedan otros pero sí que para entonces estaré completamente seguro de que nadie me guardó nunca el menor rencor y echó en falta mi ausencia.

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