En mis compromisos con todo aquello que atañe al bienestar de los animales (sobre todo, domésticos) subyace siempre la idea de crear una ciudad que fuera gobernada exclusivamente por ellos y abierta sólo a aquellos humanos que se han hecho acreedores de su amor por los mismos y que, además, hayan dado prueba manifiesta de ello a lo largo de su vida.
Esa ciudad imaginaria ya tiene su alcaldesa, elegida democraticamente entre los canes censados y de la que guardo esta sugestiva fotografía tomada en las afueras de su ciudad natal: CANILANDIA
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