RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

lunes, 17 de agosto de 2009

EL RESCATE

MUELLE DE BARCELONA:
Esperando el rescate


Sorprendentemente, un dia de esta misma semana recibí una misteriosa llamada telefónica anónima en la que se me preguntaba si era amigo de un tal BRUNO JUAN.

Como quiera que yo contestara que sí, que, efectivamente, me consideraba amigo de aquel iluestre villero en cuestión, respondiéronme que, entonces, suponian que yo estaría dispuesto a pagar el rescate que se exigía por su inmediata liberación.

-....Bueno, depende de si el montante se encuentra al alcance de mis precarias posibilidades, -respondí timidamente-, y si puedo disponer de una prueba contundente que me confirme de que mi amigo se encuentra aún con vida,- agregué después de un corto intervalo que aproveché para tragar saliva-.

-La prueba la encontrará en la papelera de la esquina de la calle próxima a su domicilio, -me advirtió una voz engolada con cierto acento eslavo-. Su firma, de puño y letra, sobre un recorte de periódico con fecha del día le confirmará de que su amigo goza aún de muy buena salud, -y enfatizando severamente aquel "aún" colgaron, sin más, el auricular.

Al atardecer encontré en el interior de la papelera en cuestión el recorte de periódico supuestamente firmado por BRUNO. Regresé luego sobre mis pasos y una vez en casa tomé asiento frente al teléfono que no tardaría en sonar de nuevo; la misma voz dijo entonces:

-¿Se ha convencido? Pues deposite en la misma papelera, al amanecer, doscientos mil euros en billetes de mil envueltos en papel de periódico y en el interior de una bolsa de plástico de las de supermercado, -sentenció la misma voz engolada del día anterior-.

Después de una pausa que me pareció una eternidad, agregó con sarcasmo:

-Eso si no quiere ver a su amigo totalmente frío.

El resto de la conversación se redujo a las condiciones en que se efectuaría el intercambio y en las que se hacía especial hincapié en que no se me ocurriera avisar a la policia y en las que también se fijaban la hora y el lugar para el día siguiente.

Asistí al lugar convenido después de depositar aquella importante suma de dinero en el interior de la papelera de la esquina. Esperé durante una hora larga pero BRUNO JUAN continuaba sin hacer acto de presencia en aquel desvencijado tinglado del puerto de Barcelona adonde me tocó acudir.

Tras otra hora de infructuosa espera en vano, me alejé de allí apesadumbrado. No imaginaba la suerte que pudiera haber podido correr mi amigo.

Hasta que, por fín, regrese o no de sus supuestas vacaciones estivales, nunca sabré con certeza si sólo fui víctima propicia de una impune estafa bien urdida, basada únicamente en la creencia absoluta de la gran amistad que todo el mundo sabe que me une y profeso por mi gran amigo BRUNO, o si el secuestro fue llevado realmente a cabo con todas sus trágicas consecuencias.

Sólo nos queda esperar.

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